El Distrito Federal tiene el sistema más amplio de derechos
sociales que un gobierno otorga a nivel nacional y uno de los más avanzados de
la región latinoamericana. Para el ejercicio 2013, la Asamblea Legislativa
destinó más de 11 mil millones de pesos al rubro de Asistencia y Desarrollo
social y cerca de 2 mil millones a asuntos de género. Menciono únicamente estos
rubros porque son bajo los que en otros países se considera la inversión
dirigida a la Primera Infancia.
Partiendo del hecho que todos los sectores atendidos por este
gobierno de vanguardia son importantes y que absolutamente todos ellos merecen
respuesta por parte de quienes escogieron para que los representara, quiero
enfatizar que la Primera Infancia como tal no aparece en política alguna de
atención o desarrollo social.
Hay avance tecnológico, y en consecuencia se pide que nuestros
jóvenes sean “competitivos” y se “preparen” para competir en la gran arena
global, como si de un proceso de inspiración endógeno se tratase. ¿Qué estamos
haciendo como gobierno para que el avance fisiológico esté a la par del
cultural y tecnológico? Centrar nuestros esfuerzos en la Primera Infancia es
fundamental.
En primer lugar, establecemos la necesidad de iniciar el empoderamiento ciudadano desde el desarrollo del
sistema nervioso central de los seres humanos –desarrollo terriblemente
desigual en la actualidad—. Debemos colocarlo a la par de conceptos que ya
hemos escuchado aquí, como la desnutrición y las condiciones del nacimiento.
No obstante que el patrón genético establece
ciertas directrices, aquello que termina por marcar la diferencia entre los
individuos y los conforma como personas son las viviencias, esas que se quedan
sobre las estructuras biogenéticas del cerebro, las cuales asientan las
experiencias e influencias del entorno, las que participan decisivamente en el
neurodesarrollo.
Hay un elemento que juega un papel fundamental,
y es el entorno. El infante acepta o rechaza las señales enviadas desde el
exterior, es ahí donde cobran importancia las experiencias tempranas que tienen
que ver con los cuidados de alimentación y de estimulación. Tiene que ser una
labor de varias partes: los padres, cuidadores, sociedad y Estado.
Las experiencias tempranas construyen marcos
referentes desde los cuales se tenderá a elaborar respuestas durante el resto
de la vida. Por ello es tan importante cuidar a la Primera Infancia de procesos
mórbidos como el hambre, la desnutrición y las enfermedades, puesto que dejan
una huella indeleble en los cerebros de los niños, truncando así de manera
temprana su potencial.
En nuestro país y concretamente en nuestra
ciudad, vivimos una paradoja cada vez más numerosa en lo que a casos se refiere:
por un lado, desnutrición, por otra parte, obesidad. Es evidente que la ingesta
de comida no significa necesariamente estar nutrido.
El cerebro humano está hecho esencialmente de
los nutrientes que se ingieren. Porque los intestinos y el cerebro están conectados
a través del sistema nervioso entérico. Es decir, los alimentos van conformando
un sustrato neurológico con mayor o menor capacidad para que se asienten en él
las vivencias e influencias del entorno, con mayor o menor capacidad de
aprendizaje y memoria. De esa manera el coeficiente intelectual puede aumentar
considerablemente, simplemente haciendo unos cambios en la nutrición, como lo
demuestran estudios realizados en varias partes del mundo y referidos en el
libro de los nutriólogos ingleses Patrick Holford y Deborah Colson titulado
“Nutrición Óptima para la Mente del Niño”. Además de aumentar el coeficiente
intelectual, ciertos alimentos y complementos alimenticios mejoran el estado de
ánimo y la conducta, agudizan la memoria y la concentración y optimizan la
lectura y la escritura.
Somos enfáticos en la necesidad de propiciar
las circunstancias de igualdad de oportunidades para los infantes, porque no
obstante que las condiciones objetivas con que muchos de ellos nacen, el
gobierno tiene la invaluable facultad de emprender programas de educación y
estimulación temprana y aprovechar así la plasticidad extraordinaria del
cerebro de los niños. De esta forma es como se puede comenzar a romper el ciclo
de la pobreza intergeneracional.
Es la educación otro tema que esta ley toca,
toda vez comienza desde el primer minuto de vida. En este rubro es donde
indentificamos mayores desigualdades, pues el gasto programable beneficia a los
sectores de la población con mayores recursos. Es por eso que el Congreso de la
Unión debería primero definir los egresos y posteriormente los ingresos.
Somos testigo de cómo se aplican a nuestros
estudiantes pruebas de carácter internacional donde los resultados se comparan
con los de otros países, y los encargados de elaborar los programas educativos
a nivel nacional únicamente se encargan de espetar cuan mal estamos y lo
necesario de una “reforma”.
No podemos resignar al Estado a ser un mero
guardián de la propiedad privada y contemplar cómo se le ha abatido y separado
de sus responsabilidades principales, por ejemplo, la educación, toda vez que
es el único ente que puede propiciar las mejoras en el sector sin fines de lucro.
No se puede educar como iguales a los
desiguales. Un proyecto nacional de educación debe atender las características específicas
de la población, con instituciones adecuadas a los diferentes sectores para
que tengan así las mismas oportunidades de
desarrollar sus capacidades, para su empoderamiento.
Insistimos, dichas bases se sientan desde los
primeros meses de vida. Para nosotros es fundamental realizar, en términos
teóricos, un nuevo proceso fundacional. Un proceso que nos permita tener
respuesta ante la concepción neoliberal de la educación. Esa que plantea la
utilización de la educación pública, para producir empleados obedientes,
obreros especializados y compradores, mucho más que innovadores y creativos.
Incluso, si nos apegamos a aquello que la
teoría clásica de la economía nos dice, ni siquiera lo más elemental del
liberalismo estamos cumpliendo. Retomo una sentencia de John Stuart Mill en sus
“Consideraciones Sobre el Gobierno Representativo”: “La mayor excelencia que
cualquier forma de gobierno puede poseer es la de promover la virtud e
inteligencia de las propias personas. La primera pregunta que debe hacerse
respecto de cualquier institución política es hasta qué punto tiende a fomentar
en los miembros de la comunidad las diversas cualidades morales e intelectuales
que se desean para ellos”.
1 comentario:
Que orgullo saber que el D.F. tenga a alguien como usted que se preocupa por los más pequeños! Todo mi apoyo y seguimiento a éstas propuestas!... Yo por lo pronto me preocupo por aportar un granito de arena a mi Estado, con mi trabajo y compromiso! Comparto fielmente ésta ideología! Felicidades!
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