07 octubre 2015

¿Un gobierno ciudadano? No sólo posible, necesario.


Ni la Ciudad de México ni el país son lo que queremos que sean. Tenemos más puntos de coincidencia en contra de los gobiernos que a favor. Por donde camines, en el Starbucks de la esquina, en la fila del banco, en la parada del bus o en el Facebook podemos ver y escuchar el malestar. Sí, hay avances, de otra forma seríamos hacendados o peones y tan tan… pero nuestra vida ha viajado mucho más rápido que nuestros gobiernos.

La falla está en todos lados y la describimos según como nos va en la feria. Lo que sí queda claro es que los que queremos seguir viviendo en este país, en esta ciudad, estamos convencidos de que las cosas deben cambiar. Y no podemos avanzar sin pies, sin cabeza y arrastrando un sistema corrupto, manchado, enlodado. La ciudad está enferma y no ha recibido ni atención preventiva ni mucho menos un tratamiento correcto para arrancar ese cáncer que no nos permite tener una vida digna.

Estoy hablando de todos los niveles sociales, económicos, profesionales, de cada uno de los ciudadanos. No hay uno solo que esté conforme con lo que tenemos. La ciudad está colgando de un delgado hilo y en cualquier momento puede reventarnos en la cara la bomba de la inseguridad, de la corrupción, de las vialidades mal planeadas o del transporte público.

Ya vamos tarde para dejar en manos de “los mismos” el proyecto de ciudad que necesitamos.

Hoy, el gobierno no tiene a los mejores urbanistas, estadistas, profesores, médicos o abogados. Los expertos, los más eficientes y eficaces están en la sociedad civil, esa a la que “los gobiernos cercanos” nunca voltean a ver. Esa sociedad civil a la que invitan a foros sin prestarles el micrófono o que incluyen en consejos ciudadanos pero sin voz ni voto.

Si pretendemos esperar a que este tipo de gobiernos cambie, más nos valdría encerrarnos a piedra y lodo o mudarnos a Finlandia.

No, yo no estoy dispuesta a esperar. Mi historia y mi conciencia me obligan a actuar y a trabajar sin necesidad de un puesto o una curul. Estoy convencida de que la solución la tenemos entre nosotros: empresarios, industriales, comerciantes, docentes, estudiantes y cualquiera que sepa qué hacer y cómo hacerlo.

No se trata de formar un movimiento, partido o frente nuevo, ya tenemos bastantes. Se trata de reunir a ciudadanos expertos en cada una de las áreas que requiere un verdadero gobierno y que además quiera aportar sus conocimientos y su trabajo para beneficio de la Ciudad de México.

El Distrito Federal es un ente vivo y para curarlo debemos recurrir a la más avanzada tecnología biológica: emulemos el origen de la vida y seleccionemos células madre que se repliquen hasta formar órganos sanos que construyan los aparatos de un nuevo organismo.

Los criminales no son los únicos organizados, la sociedad civil está perfectamente bien agrupada y esta ciudad es privilegiada al tener entre sus calles y colonias las sedes del Colegio de México, la UNAM, la CANACO, el Club de Banqueros, de Industriales,  el Colegio de Notarios y muchas otras asociaciones comprometidas que tienen como socios o integrantes a las mejores mujeres, a los hombres más preparados y dispuestos a hacer lo que sea por propiciar una vida mejor para todos.


Mi propuesta es formar un proyecto de gobierno desde la ciudadanía. No consultar a los ciudadanos sino hacer lo que ellos dictan. Soy de las primeras en poner mi granito de arena para transformar las cosas que están mal y que no nos permiten vivir con plenitud en este lastimado país.  ¿Alguien más se suma?

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