De acuerdo al Banco Mundial y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), América Latina es la segunda región más desigual del planeta, debido a que su rápida y mal manejada urbanización ha provocado la proliferación de barrios pobres, tugurios, contaminación y delincuencia.
En América Latina -donde una de cada cinco personas no han conocido nada distinto a la pobreza- las altas tasas han sido históricamente el resultado de los altos niveles de desigualdad en la distribución del ingreso que no corresponde al nivel de desarrollo de cada persona.
El tema de la desigualdad abarca tanto lo rural como lo urbano, pues a pesar de que se piensa que en las áreas rurales es donde se presentan mayores tasas de pobreza, entre 2004 y 2012 las zonas urbanas de países como Chile, Brasil, Colombia, República Dominicana y México exhibieron un número mayor de pobres crónicos que sus zonas rurales.
México es un país en el que, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 10% más rico del país gana 29 veces más que el 10% más pobre, aún cuando existen un sinnúmero de programas sociales y de desarrollo humano.
Para asegurar que haya una repartición igual de recursos en nuestro país no basta con los esfuerzos en crecimiento económico, también deben contemplarse factores determinantes de naturaleza patrimonial, ocupacional y especialmente el educacional, factor que condiciona la posibilidad de reducir la desigualdad.
Desde nacer en una región determinada hasta las características de la escuela, factores extraescolares, organización familiar y cantidad de años de educación formal determinan a qué tipo de posición podrá acceder una persona cuando se incorpore al mercado laboral, y es a través de la participación en este que el trabajador obtiene el ingreso que le permitirá satisfacer sus propias necesidades y las de su familia.
A pesar de que en México se cuenta con cada vez más y mejores estudios sobre la pobreza, las investigacionessobre los diversos tipos de desigualdad, fenómeno social previo a la pobreza, escasean por inclinarse a ideologías políticas que carecen de naturaleza científica.
La importancia del respaldo científico en las investigaciones sobre la desigualdad en nuestro país mejoraría el diseño de políticas públicas eficientes que disminuyan los desequilibrios a través de la identificación de diferencias de contextos y realidades entre regiones y grupos, así como los factores que intervienen en dichas diferencias.
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