Simón Bolívar
La oposición que no se opone
En un estado democrático la oposición se enfrenta constantemente a la fuerza dominante, incluso cuando comparten causas o ideologías. Cualquier dirigencia o gobierno de izquierda están destinados al fracaso si no poseen una digna fuerza opositora.
La izquierda no es sólo una, y mucho menos absoluta. Para la nuestra ha sido terriblemente difícil mantener el equilibrio y, aunque es el ciclo natural de los partidos, duele ver que el nuestro se acerque a un punto de no retorno.
El triunfo sobre la derecha en la capital del país entorpeció la construcción de una oposición real. Finalmente, tener la oportunidad de cambiar el destino de los estudiantes, de los obreros, de las mujeres, de los niños y de los ancianos ocupó nuestro pensamiento por completo.
No todos estábamos preparados para ejercer el poder. Nos agarró desprevenidos. Nos confiamos y la izquierda se despintó. Nos hicimos de compañeros y camaradas pero también de oportunistas que una vez empoderados desconocieron nuestras raíces.
Nuestros verdaderos enemigos se frotan las manos pensando que éste es el fin. Como casi siempre, se equivocan. No somos iguales a ellos. Nosotros estamos hechos para pelear, caer, levantarnos, sacudirnos a las sanguijuelas y seguir más fuertes y con la cara en alto. Esta batalla no es nueva, nuestra lucha apenas empieza a madurar.
Hace tiempo que no veía al grupo revolucionario integrarse por completo. Por muchos años durmieron o estaban ocupados ejerciendo sus libertades. Hoy veo a los jóvenes encaminados nuevamente a las filas, a las filas correctas. Hoy los veo más claros, más informados, menos conformes y decididos.
Si revisamos los pasos a seguir para renovar la estrategia con la que lucharemos los próximos 50 años, el paso obligado es la radicalización del movimiento.
Los jóvenes radicales al rescate
Tantos años de desinformación nos alejaron del verdadero significado de algunos conceptos. Por ejemplo, el radicalismo.
Es fácil llamar hoy radical al violento, al fanático o al extremista. El radicalismo es un concepto ideológico mucho más profundo, y para algunos incomprensible.
En principio, es un reformista que busca la transformación inmediata y completa. La postura radical es la postura lógica, la consecuencia de la ideología que se sigue.
El radical no permite variaciones: no corrupción es NO CORRUPCIÓN. El radical no negocia sus principios básicos.
Las grandes conquistas democráticas provenían de ideas radicales, como la revolución industrial y la revolución francesa o el sufragio universal. Un buen ejemplo de política radical es sin duda la pensión universal que el gobierno del Distrito Federal otorga a los adultos mayores de 68 años sin excepción. Nadie fuera porque es ley.
Cuando las ideas y, por consiguiente, los esfuerzos comienzan a moderarse se corre el riesgo de desdibujarse. Y cuando los despintados no tienen suficiente convicción, fácilmente confunden su tierra base con la cómoda y elegante a la derecha del salón.
Aquellos que marcharon y lograron grandes puestos o importantes curules de pronto se mimetizan con los trajeados de al lado usando las mismas marcas, los mismos tonos de voz y vehículos de lujo. Pero la culpa no es sólo de los rabanitos, nosotros debemos mantener el marcaje personal desde que son electos hasta que intentan renunciar a su cargo para buscar uno mejor o más conveniente.
Nos toca renovar, nos toca recordar los verdaderos objetivos de la izquierda y hacerlos válidos. Nos toca la perseverancia mientras algunos ya cosechan lo que sembraron.
De nuestro lado tenemos la fuerza y las convicciones. La pelea que nos espera no será fácil ni ligera. Recuperar la ciudad no es tarea sencilla.
Polimnia Romana
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