20 abril 2019

Santiago



Ya no importa si cierran las estancias infantiles alrededor de su casa o si le llegará una beca a sus padres para que le paguen a la abuela por cuidarlo.

Ya no tiene caso revisar si su dieta diaria tiene los nutrientes necesarios para que crezca correctamente su cerebro.

No hay nadie que cuente otra vez los días para su próximo cumpleaños, Santiago está muerto.

Tenía un año y fue asesinado este viernes santo. Una ráfaga de odio lo mató a solo 300 kilómetros de donde el Presidente vacacionaba con su familia. El cuerpo de Santiago quedó tendido en un charco de sangre. La suya, la de sus tíos, ¿Qué más da? Su carita mostraba un gesto tranquilo, como si estuviese durmiendo su acostumbrada siesta de media tarde.

Otros doce familiares también fueron acribillados mientras festejaban en el patio.

¿Será que es aún la guerra que inició Felipe Calderón la que se llevó a Santi?

¿Contaremos su muerte en la larga lista de las vidas que nos arrebató el mal gobierno de Peña Nieto?

¿A quién le reclamamos? ¿A quién le exigimos cuentas?

La columna vertebral de la corrupción es la impunidad. Sin culpables, estos asesinatos demostrarán una vez más que la corrupción no se combate ni con decretos ni con memorandos.

Ni perdón, ni olvido.

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