Una
mujer debería tener razones más profundas para tener un hijx que las
obsesiones, los miedos, el sentimiento de soledad, las ganas de imitar una
película romántica, retener a la pareja, darle un hermanitx al niñx porque se
aburre mucho, tener la parejita, realizarse como mujer, conocer el amor
verdadero, tener lo más maravilloso que hay en la vida o simplemente porque los
baby showers son divertidísimos.
Y
porque cualquiera puede tener un bebé y disfrazarlo de muñeca o de clon del
esposo repitiendo nombre y apellido (no se le vaya a perder), hoy quiero
escribir sobre otras madres. No, las del rompope, esas me chocan. Las otras,
las mamás que jamás parieron.
AIDA
Una
mujer madura, rondando los 40´s, había decidido junto con su esposo no tener
hijos. Su pareja y ella tenían un trabajo digno, no muy estable, pero les
alcanzaba para darse sus escapadas y de vez en cuando ir al cine o a alguna
fiesta.
Al
destino poco le importó su decisión. Un accidente terrible le trajo no sólo el
dolor de perder a un hermano, sino un tremendo paquete que hacía ¨tic-tac¨.
Una
bomba! Aida y su marido de la noche a la mañana se convirtieron en madre y
padre de seis niñxs. Max, el más pequeño iba en el Jardín de Niñxs mientras que
su hermana más grande casi cumplía los 18.
La
supertía no dudó ni un minuto en arropar a sus sobrinxs, los inscribió en la
escuela y adaptó su casa para que todxs tuvieran un espacio cómodo y para que
se sintieran en casa. El pequeño salario ya no alcanzaba y Aida tuvo que usar
sus talentos para hacer talacha. Arreglaba igual una licuadora que una lámpara
de la vecina de junto.
Poco
a poco fueron sorteando los desajustes que traen consigo las adolescentes y los
estudiantes de primaria. Hoy todos tienen medallas y reconocimientos por sus
buenas calificaciones. Max cada vez necesita menos los medicamentos que el psiquiatra
recetó ante la ansiedad del pequeño. La familia estrenó hace poco una tienda de
abarrotes que va creciendo y ganando clientes en la colonia. Aida siempre está
cansada y a pesar de ello tiene la sonrisa tatuada.
CATA
En
1963 nació Catalina, la primera de 18 hermanos. No llegó sola, venía de la mano
de su hermana gemela que murió a los pocos días de nacer. Su mamá no tardó
mucho en tener otro hijo, y otra, y otro. Cuando Cata apenas tenía 7 años ya
ayudaba a su mamá a traer a sus hermanxs al mundo.
Cata
aprendió a cocinar desde chica y jamás visitó una escuela; ¨las letras no se me
quedan en la cabeza¨ decía. No estoy segura exactamente cuando es que aprendió
de filosofía, pero le daba lecciones a cualquiera sobre vida, muerte y piensos.
Tampoco se casó aunque tuvo intentos de arrejuntarse con un tal Ramón.
Mi
mamá no llevaba bien las cuentas y se embarazó cuando menos lo esperaba. En
esos tiempos trabajaba (ella dice) mucho y desde que nació mi hermanita Cata la
hizo taco con una mantita y se la llevó. Mi mamá regresó a trabajar.
Esa
casa era una locura; entrábamos, salíamos, gritábamos, llegaban amigas, mi papá
organizaba reuniones los sábados con sus cuñados y mi mamá seguía (ella dice)
trabajando mucho. Cata no tenía tiempo ni ojos para otra cosa; Barbarita era su
razón. La vestía, la peinaba, la recibía cuando llegaba de la escuela y le daba
de comer. A las otras dos ni nos pelaba.
Barbarita
creció, entró a la universidad y Cata se enfermó. Regresó a casa de su madre a
pasar los últimos meses. Al final, entre mucho dolor y piensos, Cata murió.
Extraños caminos los del cáncer. Cuando una mujer (que jamás bebió, fumó o
llevó una vida de excesos), dejó de ser la mamá de una pequeña niña rubia de
ojos azules que no parió, su vida perdió el sentido.
Y
aunque mi mamá fue quien más lloró a Cata, yo creo que Cata a quien extraña es
a mi hermana.
MARGARITA
Las
oficinas de gobierno son terribles. Las oficinas de la procuraduría son aún más
deprimentes. Margarita trabaja en la colonia Doctores, en un edificio viejo,
frío y húmedo. En el segundo piso está su oficina. Nunca está ahí. Ella y otras
mujeres que trabajan en ese Ministerio Público casi siempre están en la planta
baja, donde están lxs niñxs.
A
ese lugar llegan niñxs extraviadxs, violentadxs, lastimadxs, abandonadxs, y
aunque la ley permite que estén ahí sólo 48 horas para después ser entregados
al DIF local si es que su situación no se resuelve, hay pequeñxs que han
dormido ahí hasta 7 meses.
Margarita
no tiene obligación legal de hacerse cargo de esxs niñxs, pero para ella lo
legal no es necesariamente lo justo, ¨sus niñxs¨ son su prioridad y mientras
ella esté a cargo no les faltará nada. Trabaja de lunes a domingo y su sueldo
llega bastante recortado a su casa pues de su propia bolsa compra medicinas,
cepillos de dientes, jabón y calcetines para los que pasan semanas enteras en
ese lugar.
La
burocracia y la corrupción acaban con casi todo. Mujeres como Margarita Maguey
no es de las que se frenan por papelitos o por omisiones de sus jefes.
No,
reproducirse no es una decisión sencilla, y es por eso que no cualquiera
debería tomarla. Hay mujeres, como yo, que preferimos ser las tías
consentidoras, otras tienen la vocación y las ganas de dejar de ser ellas y
convertirse en ¨la mamá de…¨. Desafortunadamente también hay quienes deciden
tener hijxs por las peores razones y las abuelas son quienes pagan los platos
rotos.
No
todo lo que dictan las buenas costumbres encaja con la realidad de este país en
este año. La decisión más importante de tu vida es la que puede afectar a otrx
y no debería tomarse tan a la ligera.
Antes
de decidir, asómate al mundo; puede ser más grande de lo que crees.
Bien
por esas madres que no parieron.
Bien
por las que queremos placer (mucho) sin maternidad.
Bien
por las que amamantan.
Bien
por las que razonan sus razones.
Bien
por las que defienden su maternidad.
Bien
por las que deciden sobre su cuerpo (cuando las dejan)
Bien
por las que parieron ideas y nos las heredaron.
Bien
por las que engendraron luchas que procuraremos ganar en su nombre.