“Si hay niño hay leche”, decían las abuelas con una certeza casi científica. Y es que sí, la naturaleza es sabia, no se equivoca. Si hay niño hay también el alimento natural para nutrirlo. Esto es algo que no cambia con el paso de los años. La mujer que da a luz tiene en sus pechos el calostro y la leche para alimentar a su hijo desde el momento del nacimiento.
Lo que desafortunadamente ha cambiado en las sociedades “modernas” y desiguales son los valores y las circunstancias que impiden a la madre ejercer el derecho de proporcionar a su hijo el mejor alimento: la leche materna.
Suplir el contacto afectivo entre madre e hijo con fórmulas y biberones deja huellas imborrables no sólo en el terreno de la nutrición, sino en la vida emocional de los nuevos seres humanos.
La premura de reintegrarse al trabajo o salir en busca del sustento ha hecho que muchas mujeres dejen en manos de terceras personas el privilegio de la crianza. Otras en cambio, que cuentan con una situación económica estable, descuidando el acceso a una información real, creen prudente suplir la lactancia ante cualquier tropiezo.
Es común escuchar: “se me fue la leche”, “mi hijo se quedaba con hambre”, “mi leche le caía mal”, mi leche le causaba reflujo”, y una serie de pequeñas dificultades de fácil solución cuando se tiene conocimiento y voluntad.
Es por eso que nos hemos propuesto la tarea de revalorar en nuestra ciudad la importancia de la lactancia, haciendo llegar a cada comunidad la información necesaria para que las mujeres que deciden embarazarse elijan amamantar a sus hijos y defiendan un privilegio que nada ni nadie les puede arrebatar.
La lactancia es la primera oportunidad que tiene una mujer para asegurar la salud, el bienestar y la felicidad de su hijo. El niño que es puesto al pecho de su madre a los pocos minutos de nacer, además del valioso calostro que es una múltiple "vacuna" natural, recibe una cálida corriente de energía y la sensación de paz y seguridad similar a la que recibió dentro del vientre. La leche materna es una manera dulce, bella y saludable de dar la bienvenida a un nuevo ser.
Durante los primeros meses el niño necesita las condiciones que le ayudaron a crecer dentro del útero. Una de ellas es estar cerca de su madre, sentir la seguridad de su presencia, el calor de su piel, escuchar los latidos de su corazón y el timbre de su voz.
El pecho materno reemplaza a la placenta en las funciones de brindar al niño alimento y protección. La leche materna es el alimento ideal que el niño necesita durante los primeros seis meses de vida porque, además de proporcionarle los nutrientes necesarios para crecer, constituye una barrera que le brinda protección contra infecciones, enfermedades y alergias; evita la diabetes, la obesidad, la esclerosis múltiple y todo tipo de enfermedades virales y bacterianas e incluso algunos tipos de cáncer, como la leucemia y el linfoma.
Los niños que se alimentan con leche materna tienen menos problemas de caries y de deformaciones dentales. La succión del pecho requiere de veinte músculos de la cara y la mandíbula, esta ejercitación, que no realizan los niños alimentados con biberón, es muy importante en la preparación de la boca, la lengua y la garganta para producir los sonidos necesarios para el lenguaje.
Pero la lactancia no sólo beneficia al niño sino también a la madre. Al dar el pecho inmediatamente después del nacimiento, el útero se contrae y se reduce el riesgo de una hemorragia. La succión después del parto ayuda al útero a regresar más rápidamente a su tamaño natural.
Amamantar reduce también el riesgo de cáncer de mama, de ovarios y de osteoporosis; ayuda a recobrar la silueta con mayor facilidad ya que el cuerpo de la madre que lacta utiliza alrededor de 400 a 500 calorías extras diariamente.
La comodidad y la economía de tiempo y recursos también son aspectos a favor de la lactancia. Nada que comprar, nada que esterilizar, nada que calentar.
En cualquier lugar y a cualquier hora la madre puede alimentar a su hijo. Se estima que los padres de un niño alimentado con leche artificial gastan alrededor del 35 por ciento de los ingresos mensuales en la compra de fórmulas. Esto sin tomar en cuenta el costo de los biberones, tetinas, gas o electricidad.
El cuerpo de una mujer que está lactando produce oxitocina, conocida también como "la hormona del amor", ya que despierta en la madre una sensación de bienestar y sentimientos de protección hacia el hijo. Otra hormona que producen las madres que lactan es la prolactina, que le ayuda a estar más tranquila y relajada.
Una madre que amamanta a su hijo recibe muchas recompensas a cambio de un esfuerzo relativamente pequeño. Los hijos amamantados se convierten en niñas y niños sanos, independientes, de alta autoestima, seguros de sí mismos, cariñosos, inteligentes y felices.
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