Un 20 de
noviembre fue el día más frío del 2006, pero el Zócalo no sentía ese frío,
estaba lleno.
Un 20 de
noviembre Silvio Rodríguez tenía las manos congeladas, no pudo tocar su
guitarra. El aire pegaba recio, pero había esperanza y dignidad.
Un 20 de
noviembre estábamos convencidxs... hoy estamos divididxs llamando traidores a
quienes no decimos “sí” a todo, o a quienes vimos y oímos más de la cuenta.
Después del
FRAUDE del 2006 se integró la Convención Nacional Democrática, más de un millón
de delegados y delegadas nos reunimos en el Zócalo para decidir (sí, suena raro
pero antes quienes decidían eran los seguidores, simpatizantes e integrantes
del Movimiento). Los cinco puntos que establecimos en la CND fueron: Impulsar
el Estado de Bienestar, defender el patrimonio nacional, Luchar contra
corrupción, pugnar por el derecho a la información y transformar las
instituciones públicas.
El Estado de
Bienestar existe a medias y sólo en la nueva CDMX; ya no hay patrimonio
nacional qué defender; la corrupción se integro a las filas del Movimiento por
la puerta de atrás (esa que utilizaba Calderón); la información se da a medias
en algo que ahora llaman 3 de 3 y por último, la transformación de las
instituciones públicas se realizará desde el interior. Esto lo supongo porque
Morena, antes CND, ya tiene representantes en todos los niveles de gobierno.
Quienes deseaban
participar en las discusiones y mesas de trabajo debían reunir algunos
requisitos: a) ser electo en asamblea popular, b) ser designado representante
de la comunidad o de alguna organización o, c) manifestar su voluntad libre y
personal de participar en la Convención Nacional Democrática e inscribirse con
firma autógrafa, aportando los datos de su credencial para votar con
fotografía. Hoy los ponentes se anuncian en un cartel y son los mismos de
siempre.
La dignidad se
empeñó en el Monte de Piedad, alias prerrogativas del INE, la esperanza se
esfumó y quienes vivimos emocionadas aquellas asambleas estatales y reuniones
en el Zócalo capitalino, hoy todo lo que se le parezca a la democracia anhelada
nos sabe a melancolía.