08 marzo 2021

Las vallas definieron hoy nuestro lugar en la historia

Marché. Claro que marché. Como cada año, aunque el presidente no se haya enterado de que antes de él había marchas feministas; marchas que exigían fin a la impunidad de feminicidios y violaciones, el regreso de las desaparecidas o el reconocimiento de nuestro derecho a vivir en paz y caminar por las calles sin miedo.

 

¿Que si fuimos menos que en la marcha del año pasado? Por supuesto. Han asesinado a muchas compañeras que en marzo del 2020 caminaron y gritaron consignas por Juárez y 5 de Mayo hasta llegar al Zócalo a la gran fogata. 

 

El camino que mis amigas y yo iniciamos este año empezó a las 2  de la tarde, caminamos desde la esquina del Excelsior y a través de las jacarandas en flor que nos avivaban el morado. Llegamos a la plancha del Zócalo en poco tiempo, sin complicaciones nos instalamos junto al asta bandera y nos sentamos en el piso.

 

Éramos muchas, aunque nos faltaban Claudia y Teresa, Fátima, Dana, Liz, Lourdes y La Vero, Pamela y Beka, Sabina y Adela… y muchas más que en el camino mataron los defendidos por este y otros gobiernos.

 

De pronto vinieron a mi memoria todas las veces que estuve en ese mismo lugar, rodeada de edificios históricos y puestos de jicaletas, comprando la playera de ocasión o entrando a empujones por la calle de Madero cuando no tenía vallas. Recordé caras, canciones y sentimientos. Caminé por la plancha tratando de no pisar las letras que formaban nuestros nombres hasta llegar a unos cuantos metros del gran muro de la ignominia.

 


Bajo el balcón principal sólo me quedó cruzar los brazos y hacer memoria. En ese mismo sitio se colocaba el gran templete de tantas y tantas asambleas. Ahí también se instaló la casa de campaña donde, por 40 noches durmió Andrés Manuel en 2006, ahí cantó el himno en cada evento y también ahí recibió a sus amigos hoy enemigos.

 

Fui a la marcha del silencio, a la del desafuero; fui a la despedida, cuando cantábamos “Color esperanza” a todo pulmón y estuve en las manifestaciones contra el desafuero. Formé parte de las Adelitas, cerré el senado con mi cuerpo extendido en el piso y me cargaron los granaderos también. Ahí estuve, siempre en la dura oposición, sin embargo, jamás había sentido lo que era respirar gas lacrimógeno.

 

Nunca, nunca había sentido ese picor en ojos, nariz y garganta. Esas ganas de llorar sin tristeza; esa tos que no para. Fue el gobierno de López Obrador quien me enseñó lo que es el miedo a la mujer, a la niña y al feminismo.

 

El mundo avanza, pero es redondo y siempre volvemos al mismo lugar. Las vallas definieron hoy nuestro lugar en la historia, cada mujer es libre de decidir de qué lado de las vallas metálicas se va a colocar. 

 

Mañana haciendo a un lado a adversarios, conservadores y provocadores, el presidente tendría que dar respuesta a las demandas de cientos de miles de mujeres que nos pronunciamos pacíficamente por todo el país para exigir seguridad, justicia y fin a la impunidad de violadores y feminicidas, que atentan todos los días contra nuestras niñas y mujeres.   

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gustó mucho tu artículo, te felicito por la descripción que haces y por comentar tus vivencias un abrazo kiki

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